Piantaos por el Tango
Idea, producción y conducción
Raúl Mamone
Cuento Asunto de Flores de Andrea Bollof
Canta Aquella Niñez (Andrea Bollof/Rafael De Maio)
del Cd Canciones por Descubrir
De Poetas y Escritores
Buenas noches Che Bandoneón en la voz de Julio Cortazar
acompañado por Juan José Mosalini
Alguien le dice al Tango, canta Sandra Rumolino con Orq. de Juan José Mosalini
Alejandra Duré canta Melodía de Arrabal
Francis Andreu canta La Francis en el Teatro Solis de Montevideo
Andrea Bollof
regreso de otra mirada.
Sus ojos dijeron todo,
mi boca no dijo nada.
Siempre es igual. Cuando el 63 bordea el cementerio y me muestra el desfile de flores plásticas y corazones de mármol, una tristeza ingobernable me retuerce la garganta. Una tristeza densa y sin nombre que se haya inventado.
Un empedrado de lápidas tapiza sus calles. Hay niños antiguos que olvidaron sus juegos allí. Un viento amarrete esquiva sus molinos de papel. Todo parece condenado a la quietud infinita.
Si llueve, todo empeora. Nada más triste que los cementerios y sus flores cuando llueve. A veces rozo esa tristeza y livianamente la atravieso, sigo de largo, logro despegarme. Otras veces se me queda adherida y mi alma se humedece, se tilda. Y pienso en la eternidad de las tristezas.
En esos pensamientos navegaba cuando, entre los tantos pasajeros, descubrí sus ojos.
Yo conocía esa mirada. Esa niña tenía los mismos ojos aquellos, los perdidos para siempre y hace tanto, tanto tiempo atrás, casi en otra vida.
Esa mirada era un baldazo de intrigas, un portal a otro tiempo. Un viaje sin aviso a mis fotos extraviadas. Juro que eran los mismos ojos.
Pensé en mi amada.: ella no pudo volver. La lloré por siempre y jamás pude siquiera llevarle una flor. Nunca hubo donde.
El colectivo llegó a Chacarita y rodeó la plazoleta. La niña bajó. Y yo empecé a seguir sus pasos. Quise saber porqué habían viajado esos ojos en el tiempo y habían llegado a mí.
No era por simple curiosidad. Necesitaba saberlo. Presentí que era posible descubrir alguna de esas cosas que te dan vuelta la vida, de esas que te arrinconan contra el muro de tus miedos y te obligan a hacer todas las preguntas que te negabas.
La niña pasó por las flores de plástico y no se detuvo. Eligió de un canasto un ramito de jazmines tan jóvenes como ella misma.
Yo la seguía de lejos.
Me inundó la premura por saber cada detalle: a quien iba a visitar, cómo lograba pasar indemne por las letales flores artificiales y los espejitos con frases talladas. Quién era. Para qué estaba allí.
Temí asustarla, incomodarla. Tantas cosas temí. Me desconocí con tantos cuidados.
Yo venía de la tristeza. Aparecieron la niña y sus ojos. Y ese sentimiento tan raro, ese impulso de querer cuidarla.
La piba atravesó el portal a paso firme, como quien repite un camino habitual, abrazando su ramito. ..
Hasta allí llegaron mis pasos: bajo el arco de entrada me detuve. Ya no pude seguir.
Vi alejarse su figura entre las enormes columnas, recortada contra un cielo de cúpulas desteñidas y angelitos manchados de hollín.
A veces siento cosas tan extrañas. Tanta duda me habita. Hay preguntas que me niegan el sueño y el aire. A veces me nublan y lo ocupan todo.
Hay respuestas que nunca aparecen. Me quedo mirando su fondo vacío y me pierdo en la noria oxidada de buscarlas una y otra y otra vez.
A veces la vida me da un mapa borroso y húmedo. Cuando lo despliego se deshace entre mis dedos. Entonces, cada vez más solo, regreso a ese ayer. Y en esos viajes hay esquirlas de nosotros que una por una voy encontrando.
Como un rompecabezas maldito.
Y un viento retorcido y atroz insiste cada noche en soplar lo poco que pude armar de él.
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